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lunes, 29 de septiembre de 2008


Centro Educativo Distrital General Santander


Esta mañana de sábado quiere hacerse sentir. El sol busca a los estudiantes por todos los pasillos del colegio. Mientras también yo busco al niño que fui en una nada similar.
Alguien que viene, barriendo va silbando un ritmo tropical.
Las voces van y vienen, aunque no vea los cuerpos. Los ladrillos y los alumnos estamos condenados a estar aquí. Entre la banda de guerra y las promesas de paz, entre el agua de un lavamanos que no cesa de gotear, allá a lo lejos cruzando el patio central.

Centro Educativo Distrital General Santander.
El vigilante es un galgo de piel blanca y nariz negra. El profesor de educación física es gordo, calvo, lleva lentes de aumento y una sudadera roja. Los extintores de incendio esperan el fuego colgados en las puertas de cada salón. Mientras un trapo tricolor pende saludando al viento. Hay una escoba parada, recostado su mugre en una reja verde, hay un mural que no deja de enrostrarme la infamia.
Y yo… sigo recorriendo colegios, sigo atajando los tiempos, sigo escribiendo y ahora dizque soy profesor.
El chiflón que se mete, invoca mi nombre, o mi apodo, desde alguna esquina. Corro con los marcadores en una mano y una la clepsidra en la otra, mientras un pequeño en dirección opuesta viene corriendo hacía mí, al mismo paso, con la misma mirada, con el mismo tiempo detenido. Y cuando me cruza, se queda sonriente mientras me dice –Adiós profe- y le contesto –Adiós yo-


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