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lunes, 27 de octubre de 2008





...Cuando su gracias pura evoco
-entre mis farsas de un barroco
gusto o mal gusto- loco y loco
yo nada quiero de la vida
sino a mi dulce prometida
lejana!

León de Greiff

La lista es tan extensa y tan disímil. Que yo mismo no doy fe de algunas cosas, debe ser la relatividad de los lances que da la bestia, pero para no descargar el bulto en ella como es costumbre, trataré de ser lo más honesto en cuanto a las cosas que me gustan y a las que no, seguramente que algunas rayaran con la inmadurez, lo cual me tiene sin cuidado, y otras con la locura, pero solo por eso quiero recordar alguna tarde de calle por allá en la que escuché a alguien diciendo que me quiere cuidar, y pienso que me faltó hacer la admonición con un cartel gigante que dijera: Lo único de lo que yo necesito que me cuiden es de mi mismo.
No sé porque no lo hice, creo que no quería asustar a la ciudad que tan bien se había portado hasta entonces.
Creo y para ser consecuente, que las cosas que me gustan son las que quiero ser y hacer, y las que no, son de las que busco alejarme, aunque desafortunadamente tenga un poco de ella..
No me gusta la pereza, o por lo menos no cuando tiene que ver con hacer las cosas que a uno le gustan, las que uno profesa, pues la desidia por los deseos hace tan vacía la vida, y tan irrisoria la convicción que cuando alguien muestra desgano por lo que hace, está más muerto que si nunca hubiera nacido.
No me gusta el rencor que a veces profeso, pues me pone debajo del oponente, me hace perder la pelea sin darla, quizá por eso ahora busco una manera más inteligente de decir mi verdad.
No me gusta mucho callar, para eso tengo lo que no conozco, la eternidad.
No me gustan las carnes raras. (En ninguna presentación)
No me gusta la pobreza, eso sí entendida como la pobreza de la existencia que tanto realzan los que no tiene dinero, llegan tarde, dicen mentiras piadosas, ripiosas, escandalosas, ingenuas, acomodaticias. Tiene un teléfono de 500 dólares y jamás tienen minutos. Compran lo que no necesitan, son envidiosos, no se bañan, se resignan y lo peor: se callan.
No soporto la música bailable pues no sé bailar.
Amo todos los instrumentos, se me hacen como montañas y además Amo las montañas y los ríos y todo lo que me hace innegable la procedencia del espíritu.
Me gusta Europa porque también me gustan los museos.
Me gusta América porque será un museo.
Odio la guerra y el olvido.
Amo la palabra y mucho más cuando tiene ritmo asonante, con las consonantes no me la llevo muy bien.
Profeso un culto extraño por las obleas.
Me gustan mucho los calentanos recién salidos del horno, en general casi todo el pan caliente y mi favorito es el pan de ajo.
No sé cual es el asunto con la Coca Cola, pero me gusta mucho.
No me gustan los cubios, ni las habas, ni pagar las que se comió el burro, aunque casi siempre lo hago.
Me retuerce el alma el egoísmo, soy ego centrista, pero no soporto a quien no puede compartir, pues a eso se me hace que vinimos al mundo, desde la migaja, hasta la sangre, todo es de todos y para todos.
Amo viajar porque me busco y me huyo, (me gusta el párrafo anterior)
Amo la mayoría de los animales y a los que no Amo, es porque les tengo miedo, lo que a la vez me atrae.
Siempre e tenido mi problema con los domingos, se me hacen hijueputas.
No me gusta la leche, mas me encantan sus derivados, no me gustan los italianos, pero sí la sublimación que le dieron a la pasta que como ya sabes llevaron de China.
Con los chinos, me pasa lo mismo que con los animales que no Amo.
Detesto en lo que se convirtió Colombia, detesto el renunciamiento que sufrieron los que amé, porque detesto cambiar, y saber que ya no los amo, que se perdieron de mí y que yo me les escondo.
Me gusta el Perú, a pesar de conocerlo poco, se me hace que allá y en Manizales hay algo para mí.
Me gusta Alemania, quiero que esparzan mis cenizas en algún lugar de ese museo.
Me gusta la poesía en todas sus presentaciones.
Se me hace que el que inventó el piano, logro encerrar en esa caja a Dios y al Diablo, o se quedó encerrado él, atrapando de paso a quienes lo escuchamos.
Me gustan todas las películas de Robert De Niro, se me hace que es un tipo muy especial, ocurre lo mismo con Gary Oldman, Anthony Hopkins, y otros cuantos y otras varias.
Se me hace que uno debe acompañar todas las comidas con queso, y no soporto que me sirvan algo diferente a agua con cualquier alimento.
El vino me lo aguanto del que sea.
Tengo mis sentimientos encontrados con la música norte americana.
Tampoco me gustan las almohadas.
Las vírgenes se me hacen hermosas, pero no las muchachitas, porque a esas no les creo ni lo que se comen, ni lo que dicen que no se han comido, hablo de las estatuas, de los cuadros. Lo mismo me ocurre con las esfinges.
Con el aguardiente como con el café, me ocurre lo mismo, soy inherente a ellos pero no los soporto algunas veces.
A veces quiero tener todos los libros, a veces quiero quemar todos los libros.
Le creo a casi todo el mundo, por eso detesto las mentiras, y detesto tener que decirlas, porque me hacen dejar de creerme.
Los ladrillos salidos del horno, me causan mucha ternura.
Me gustan los blue jeans, y las chicas que los usan.
Me gustan las Harley Davidson, y odio a las muchachas que las montan.
Me gustan mucho los lentes de sol, porque me evitan mirar al contendor, además se me hace que se me ven bien.
Me gusta caminar y tomar Coca en lata, y comer roscones de arequipe, y saber que alguien viene conmigo, que alguien me espera, que alguien me quiere, que alguien me olvidó, que alguien me recuerda, que soy alguien y a veces todos y a veces como todos nadie.
Tengo una facilidad sorprendente para sorprenderme y para hacer enemigos, y para convertirlos en grandes aliados.
Me gustan los zapatos de tela norte americanos, esos que usábamos cuando caminábamos con las estrellas en los pies.
Me gustan casi todos los trenes, sobre todo salir en tren de mañana por Ecuador y ver a los campesinos desde el techo de un vagón, saludando y quedándose atrás, pero quedándose en mi mente.
Quiero volver a Ecuador, quiero darles las gracias a todos los que me ayudaron a vivir, y a todos los que no pudieron matarme.
Tengo mis cosas raras con el suicidio, pero prefiero dejarlo siempre para otro día.
Cualquier persona que se meta con el arte, que lo intente, que le apasione, se me hace un ángel.
Me generan estrés las filas, las cajas, los impuestos, las señoras embarazadas.
Me gustan las señales que anuncian otro pueblo en la carretera, me gusta cuando dice “Puente internacional Simón Bolívar 5 kilómetros”
Odio no haber aprendido a tocar el piano, ni a bailar.
La comida chatarra se me hace necesaria, me gusta mucho el águila de Águila Roja, que conocí en Palmira, y que no era roja si no gris, y odio que la mantengan encerrada.
Detesto la impuntualidad, y la facilidad con que se me contagia.
Me gusta el orden y el desorden.
Me gusta que me saluden de manera afectuosa en la mañana y me gusta que me saluden de manera in sinuosa en la noche. No me gusta sospechar, no me gusta tener la razón cuando sospecho, tampoco me gusta equivocarme.
Me gusta contar las baldosas de las veredas, me gusta jugar a que soy un caballo de ajedrez cuando veo una cuadricula por la calle.
Hago apuestas conmigo mismo y a veces cuando me conviene hago trampa y me río solo.
Odio a los que roncan, a los que estorban, a los que no hacen algo por la vida y le quitan la vida a los otros.
Me fascina jugar, a lo que sea, cartas, dominó, parqués no, pero la mayoría de juegos se me hacen divinos, las escondidas, el gato y el ratón, pastillita, yermis, ponchados, congelados, la lleva de colores, poker, black jack, ruleta, siempre apuesto al 33, me gusta jugar básquet, no me gusta mucho el golf, el tennis se me hace el deporte más completo, el béisbol se me hace el más aburrido. Pero jugar en si, se me hace muy divertido, jugar a ser grande, jugar a ser niño, jugar a no jugar, jugar a seducir. Ahora que lo pienso yo siempre estoy jugando.
Hay algo bien raro que me ocurre con todas, todas las manifestaciones de gente, y es que se me abre el chorro de la glándula lacrimal y lloro y lloro, y el corazón se me agiganta y me siento pobre, pobre cuando no puedo hacer nada, me ocurre todo lo contrario cuando en un concierto la gente canta, especialmente cuando saben la letra de las canciones, sea la música que sea, se me hace que elevan una plegaria, a veces al Amor, a veces a la novia, a veces a Dios, pero eso sí una plegaria de ellos y para ellos.
La verdad es que casi cualquier cosa me hace llorar y muy pocas reír, pero igual lloro de alegría.
Hay un par de canciones que son lo que Charly llamó “Canción para mi muerte” no son un par son como 10, una es de la Sosa, otra de Serrat, pero usted sabe que no es de el, otra es de Ozzy, otra del viejo Tomas, pero en realidad es de Gustav Holtz, otra es de Silva y Villalba, pero no sé si es de Silva o de Villalba, otra es de Arnulfo Briceño, y hay otras pero no me acuerdo, por ahí hay una de Calamaro.
Me gustan las mujeres que están seguras de su inseguridad, y de sus deseos, me gustan las mujeres que me miran a los ojos, me gusta que me toque el que yo quiero que me toque, me gusta que me bese el que yo quiero que me bese, me gusta que me quiera el que yo quiero.
Me gusta que me empujen y que me abracen, pero solo la gente que yo quiero, igual me gusta que me golpeen, pero no muy duro, como para darme cuenta que sí, que están ahí conmigo y que yo estoy ahí con ellos.
Me gustan las papas criollas fritas con arroz, y detesto el maíz pira con arroz, eso es pobre pobre pobre, con el arroz con pedazos de fideo.
Me gusta besar en el hocico a los perros y a los caballos, me gusta tocarle la cabeza a los pájaros y me asustan todos los insectos, entiendo que los zancudos deban comer, pero no soporto que lo hagan cuando estoy en ese momento frágil entre dormido y despierto.
Amo las cosas que huelen a frutas.
Amo las frutas, y todo lo que hacen con las frutas, y quiero aprende a hacer salsas de frutas, pero no para postres si no para comidas de sal.
No me gusta la loza plástica ni de metal, eso es pobre pobre pobre. Me gustan los esféros costosos, me gustan las hojas en blanco, no me gusta el papel carbón. Me gusta el papel edad media y la tinta china de colores.
No me gusta que le gente se de cuenta de que canción estoy poniendo, porque se me hace que ya no puedo sorprenderlos.
Me gustan tres canciones de Fruko. No sé que pasa con la salsa, se supone que esa música alegre, y a mí me gusta porque me produce todo lo contrario, una tristeza que ni puedo imaginarme, me parece que las trompetas son como voces de muertos, es una cosa rara.
Me gustan los amplificadores Marshall y Fender, pero de los antiguos, me gustan las Gibson y las Fender, clásicas, lo más clásico posible, me gustan las mañanas en el llano, el mar en tierra fría, las cascadas, pero de lejitos, las piscinas pero no más verlas, me gustan los lugares que son de extraña pronunciación. No me gustan las gaseosas que tratan de saber a frutas, algunas gelatinas no me gustan, me gusta el pudín y el flan, no me gustan los postres de natas, no me gusta el jugo de mora, me gusta la zanahoria rayada con panela, me gusta la panela y todos sus derivados, me gusta el limón, pero comí tanto cuando era niño, que la sangre se me aclaró y eso no me gusta, porque lo bonito de la sangre es cuando es obscura, y espesa.
Me gustan algunas sopas, me gusta acompañarlas con queso, no me gusta que me repitan las cosas, pero yo mismo me repito, no me gusta el ruido ni el silencio, me gustan los idiomas, me gustan las cartas de los restaurantes, me gustan los muebles de madera, los cubiertos de madera, las camas de madera, me parece muy pobre tener una cama de tubos.
No me gustan los tubos, ni los cables de luz, les tengo miedo a los postes, siento además que cuando la gente está subiendo al bus, me va a rayar la cara con sus puercas uñas, no me gustan los roses involuntarios, me gustan las rosas de todos los colores, no me gusta el chocolate negro, solo el blanco, me gusta el chocolate con canela espolvoreada, pero no lo soporto si no soy yo quien lo prepara.
Me gusta estar bien seguro de que la puerta quedó bien cerrada, me gusta que entre el aire y las ventanas que van desde el piso hasta el techo, me gustan los biombos, me gustan las luces que pueden graduarse y los techos de madera. Me gustan las fotos en las que salgo bien, me gustan las camisas de cuadros, me gustan las camisetas blancas de cuello en V, me gustan los cinturones de cuero, los cordones bien ajustados, las medias que no se resbalan, no me gusta la ropa interior.
Me gustan casi todos los coches, menos el Renault 6, porque me parece un ataúd, me gusta Mac Gyver, Los Años Maravillosos, las películas de acción, las comedias románticas me fascinan y a veces me invento unas en mi imaginación, me gustan algunas de terror, me gustan las de señoritas, porque me gusta espiar a la gente, y saber que hace, que dice, que grita, que suscita, y que tienen debajo de los ojos, aunque generalmente es solo deseo y entonces apago el televisor.
El deseo ciego se me hace tonto, a menos que sea por algo diferente a la carne, desear la carne de manera sesgada denota infelicidad.
Me gustan las llaves antiguas, me gusta dormir mientras llueve, no me gusta dormir en el día, no me gusta dormir en la noche, me gusta tener buenas ideas, me gusta que me gusten mis cosas, me gusta cocinar, correr, jugar, mojarme, bañarme mientras hablo con alguien, no me gusta comer solo.
Me gusta Rembrandt, me gusta Egipto, me gusta Suecia, me gusta recordar a través de los ojos de los demás, me gusta escuchar a los que tienen convicción, detesto a los débiles, a los mano facturados de ideas, a los genios sistematizados, a la gente que de los animales solo acopia la bestialidad, condeno cualquier tipo de violencia, y no la condeno porque condenar es otra forma de violencia, no olvido, no me acuerdo, trato de olvidar, me desespera que un nombre de una persona o un lugar se me borren de la mente, no me gustan los lunes festivos, no me gustan los noticieros, me gusta ver mil veces la misma película, me gustan las flores en el comedor, me gusta la chicharra de los teléfonos antiguos, no me gusta los busca personas, ni los celulares, ni los mp3 ni mp4, prefiero el walkman y el casete. Me gusta Vilma Palma E Vampiros, me gusta la sangre de vez en cuando, me gusta el olor de los libros viejos, me gustan los colores viejos, no me gustan los raros peinados nuevos.
Estoy cansado un poco porque aún me faltan tantas cosas, que creo empezaré aburrirte con mi mal genio, me gusta ser de mal genio, se me hace que así me quieren más, como buen colombiano atrabancado, me gusta que el que esté conmigo esté bien.
Todo esto es tan plural, tan vergonzoso, pero real.


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