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miércoles, 17 de noviembre de 2010




EL POEMA SECUESTRADO


Para serlo de verdad, la libertad, debe ser plena, ser ella misma, sin límites, colores, obstáculos ni barreras. Una libertad que termine en el Puente Internacional Rumichaca, o en el Puente Internacional Simón Bolívar, no es más que una palabra. Por lo tanto, quiero dedicar este premio (La poesía es la libertad –Casa de Poesía José Asunción Silva 2010) a los cientos o miles de secuestrados que llenan nuestras montañas, y más allá, a los miles y millones que a diario llenamos en las ciudades las embajadas en busca de una visa (¿acuerdo humanitario?) para poder salir de Colombia.
Es increíble ganarse un premio de poesía sobre la libertad, en un mundo de poetas, con 5 continentes llenos de poetas y 198 países plagados de poetas, pero es más increíble si se piensa que de estos últimos 198 de que hablo, solo Andorra, Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Ecuador, Israel, Malasia, Panamá, Paraguay, Perú, República de Corea, República Democrática Popular de Laos, República Popular Democrática de Corea y Trinidad y Tobago no nos piden visa a los colombianos, digo lo anterior porque el poema con que gané es por así decirlo un poema claustrofóbico, se asemejará imagino a los que escriben los prisioneros o los secuestrados, tendrá la nostalgia de un poema cubano, pero es desde luego el poema de un hombre que sueña con un mundo que le es prometido, pues es poeta, y a su vez con un mundo que le es negado, pues es poeta.
La poesía y la libertad, son solo palabras y las palabras son las que más nos distancian de los hechos, la literatura está en el viaje, en la carretera, lo dijo Kerouac y lo repito yo, alguien más en un futuro, si es que hay futuro, lo dirá, la literatura es correrle a la muerte con un par de piernas, con un par de palabras, cómo me gustaría a mí ganarme un concurso sobre la muerte en la poesía, y que el premio fueran un ataque al corazón, un buen infarto, y quedar fulminado de inmediato como quedó José Asunción cuando con su Smith & Wesson se atravesó el pecho, cómo me gustaría a mí ganarme un premio sobre la muerte en la poesía, para jugarle una media verónica a la pelona.
Debo admitir, que la idea mía era ser reconocido por ser el sucesor de Mick Jagger, o de Charles Manson, no se me dio ni la música ni la muerte, que son artes, se me dio la más apática de las expresiones, la literatura. Si bien los libros son pestes, tengo la enfermedad incurable de querer escribirlos.
Yo estaba hace un año en Caracas dando una charla en la Feria Internacional del libro de Venezuela, sobre la vida del poeta José Asunción Silva. Un año después vengo a su casa a recibir dos millones de pesos de los cuales bien le hubiera dado yo los 600 pesos que le cobraron por el entierro de su hermana Elvira y que como ustedes saben no tuvo para pagar.
En tanto pienso que esta seguridad democrática es una forma de secuestro, los poetas de mi país y desde luego sus obras viven encadenados y no por gracia de las F.A.R.C. sino más bien por estas renovadas y dizque renovadoras políticas que cada 4 años, o esta vez cada 8, reparten privaciones.
Pienso además que el país está devaluado y que al o mejor solo la poesía lo sostiene, y sí, pues Colombia vive y come y sueña de palabras, de palabrerías, de palabreros y de ilusiones, ilusiones que como hoy vez en vez se cumplen.
Me hubiera gustado a mí ser Vargas Llosa y no por el Nobel, sino más bien por ir a Suecia, país soñado, el premio en Colombia es salir de ella, la poesía la llevamos en la sangre.
Ojalá pudiéramos llenar Estocolmo, ojalá devolvieran a los que están en las montañas, ojalá Colombia fuera digna y no obligara a matar o morir, ojalá pudiéramos irnos.
Ojalá la libertad deje de ser un motivo, y se convierta en un hecho.
El hecho esta noche es el premio. Pienso ¿Qué fue lo que premiaron los jurados? A lo mejor buenos poemas, a lo mejor ecos de su propio grito, pero en esencia lo que premiaron es la capacidad de decir, de enunciar en un momento de letargo.
Despertamos a diario intentando darle un nuevo significado a palabras que con el paso de los minutos, horas, días y años, se han desfigurado de nuestro imaginario.
Hoy siento que el idioma es quien encadena y a la vez él mismo idioma el que puede hacerme libre. De paso siento que la única libertad es la muerte, y la felicidad es de paso la muerte impronunciable, es decir: no haber nacido. La vida supone conceptos que nunca se realizan, bajo sueños que provienen de otros. Una maraña de cálculos ajenos.
Cada palabra es una eslabón de la cadena que me amarra al mundo, cada palabra es un sueño que al ser dicho se despierta, cada palabra es un signo equivoco del silencio, cada palabra es una huella que no se debe seguir, cada palabra es un sol que no alumbra y una luna que no enamora, cada palabra es música que le robo al silencio y el silencio es a la vez palabra, pues solamente hago mutis frente a la locura, lugar de claridad donde todo es entendido, donde nada requiere palabras que encadenen, palabras que despierten, palabras que descifren, palabras que ensordezcan, palabras que palpen, palabras que alumbren, palabras que odien, palabras que no silencien.
Que cada palabra mía contradiga la anterior, que cada palabra nuestra…
Qué muera el silencio pues a pesar de mi corazón, siempre hay alguien que nos escucha.
Que cada palabra mía sea vela apagada sobre una mesa, mas vela encendida de barco frente al viento, que cada palabra mía sea radiante y tediosa mañana que anuncie una noche densa y escabrosa, que cada palabra mía sea corona de silencio y oro en el agua, que cada palabra mía sea mano para estrechar y eternidad para el olvido.
Que cada palabra mía sea viento y fuego, agua y viento. Poetas que no nos falte Nada. Que nuca nos falte la música.

Este premio para Enrique Serrano, pues ganar junto a él es ya otro premio, para Pablo Estrada mi maestro y para los Negacionistas.


Larry Mejía.


ACTA
LA POESÍA ES LA LIBERTAD
Concurso Nacional de Poesía


El 4 de noviembre de 2010, los poetas Maruja Vieira, Jotamario Arbeláez y Miguel Méndez Camacho, jurados del Concurso Nacional LA POESÍA ES LA LIBERTAD, luego de haber analizado los poemas seleccionados por un pre-jurado que leyó los 1.474 trabajos provenientes de las diferentes regiones del país y del exterior, decidió entregar los seis (6) premios, los cuales se relacionan al azar por cuanto no hay distingo de categorías:

• La historia negra de la cumbia , escrito por Alejandro, registro # 1135
• Soldado de fortuna , escrito por Pseudo John Donne, registro # 830
• Un corazón , escrito por Tristan Trilce, registro # 281
• El viaje de regreso , escrito por Mac Gyvez, registro #63
• Un breve espacio para la insurrección , escrito por Erwin, registro # 1006
• Expediente , escrito por Camilo Dias-Bar, registro # 758

Y el jurado elige tres (3) menciones en orden numérico, para que puedan hacerse acreedores a los premios que no hayan sido reclamados dentro de los plazos previstos por el Concurso.

1.- Los hombres que recién…, escrito por Tuny Sanitario, registro # 518
2.- Leyenda , escrito por Majomi Viarme, registro # 442
3.- A orillas de un árbol de caucho , escrito por Inconcluso Referó, registro # 323

Para constancia, firmamos en la ciudad de Bogotá, a los 4 días del mes de noviembre de 2010,





POEMAS GANADORES



La historia negra de la cumbia


El gozo hirviente del baile

negro rompió las cadenas de

sus piernas con el éxtasis

clandestino de la elegancia de

las manos. Adornó con sus

curvas el blanco colorido de

las faldas y sonó su voz con

la profundidad india de las

gaitas largas. Colmó su

libertad de atarrayas

extendidas y sus tiempos de

alegría de cumbiamba y

garabato. En un mayo de

aguacero y de machetes

afilados sus antorchas fueron

faros de mar a candela viva.

Diego Hernández
(Alejandro)
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Soldado de fortuna


Troya ha caído. Aquiles está muerto.

La copa de la gloria esta deshecha.

Mi espada es hoy bastión del enemigo.

Las monedas que obtuve se han perdido,

Yacen bajo las piedras del desierto.

Entretanto,

Deambulo por los campos

Esperando beber el vino nuevo.

Mi capa, ya raída, ha quedado rendida

Bajo el peso del tiempo.

Soy libre. Voy desnudo. Veo el sol en el cielo.

Descubro que estoy vivo,

Y pago el alto precio.

Soldado de fortuna, descarriado,

Ignoro el bando al que he pertenecido.

Mi sombra me persigue. Estoy cansado.

La sangre coagulada

Me ha formado una costra sobre el cuerpo.

Pero a mí no me asquea.

Apenas, por las noches,

Aterido, perdido, con un gesto

Revuelvo mis recuerdos en la tierra.

Su faz oscura, tenebrosa, tétrica

Me lava de mis cuitas y mido.

Mis heridas se curan lentamente

Mis lágrimas se secan. Las lacras no me pesan en el pecho.

Duermo inquieto en el suelo, con mis muertos,

Que hablan y se quejan de mis sueños

Con gemidos amargos.

Pero al volver el día hallo consuelo

Y la luz me bendice con su hielo,

Contemplo las encinas y las hayas

Que fueron pasto del fuego

Las hormigas me corren por el cuerpo.

No sé por dónde iré, si acaso vengo.

Qué importa, ya sabré;

Vendrá otro tiempo.

Enrique Serrano López
(Pseudo John Donne)


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Un corazón


Libertad no conozco sino la libertad de estar preso en alguien

Luis Cernuda



En cualquier momento será de noche, pero no dejaré de moverme.

Y yo arrastraba una guitarra que no sabía tocar por la carretera 61 que se dibujaba sobre la arena. Y también quería una trompeta para gritar contra el mar y el silencio corriéndome entre las piernas como una ola. Y pensaron y pensaste que encontrarte era el fin del camino, la compañía del camino, una mano para atravesar el desierto. Dijeron: acá creerá tener la eternidad.

Entonces por qué no dejaba de moverme.

Dijeron y pensaste: porque no es ella. Pero yo no buscaba compañía, yo quería un camino. Yo vuelo y odio esta ciudad. Yo estoy entre las aguas, cantando con la garganta llena de sal, danzando de tu nombre a tu nombre. Estoy corriendo tu cuerpo entre lo erigido y lo arruinado, a punto de decir algo. Yo estoy entre el universo y tú, en la contracción y dilatación del fuego incurable. Estoy arrastrando este poema, estoy al borde tuyo, no me hagas bajar de la noche.

Yo estoy ahogando el mar de lo posible.

Alguien que no sabe pensó que el destino era el lugar donde mueren los trenes.

Si llego a parar, la noche va a detenerse: Ícaro todavía está volando hacia el sol. Por eso el silencio es rasga aunque nunca supe de bailes.

Y sigo bailando.

Contigo ya nada quedará por hacer pero el viaje nunca habrá terminado.

Andrés Camilo Torres Estrada
(Tristan Trilce)
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El viaje de regreso



Qué te puedo contar sol si la mar me olvidó
Sal y Mileto


ven

siéntate a la sombra de mi canto

susúrrame en parsi la lengua de mis padres

cuéntame del buey almizclero

que reta el invierno en Canadá y Noruega

dame la voz del oso gris y el lobo blanco

que en la noche de plata declama su alma a los Cárpatos

háblame del límite en el horizonte

que has encontrado al regresar

y de ese viaje que hacemos contra la muerte

todo el tiempo

háblame del éxodo divino

que alimenta nuestra sangre

cuéntame de los ritos donde el hambre caza hombres

mientras el sol cómplice se esconde

bronceando las islas sanguinarias en Grecia

al otro lado del mundo

dime de los sellos en tu pasaporte y corazón

dame los ritos de los hombres a los dioses politeístas

háblame de Mindo donde las mariposas abanican sueños

y la realidad parece parpadear en el aleteo de su danza

dime cuántas naves tiene tu nombre

y en cuántos puertos naciste de nuevo

abrígame con tus manos que ampollaron pájaros rabilargos

en las costas del Caribe

describe sobre el pentagrama de mis palmas

la melodía de esos dinosaurios sublimes

dime de los planetas que escuchaste en la Suecia azul

y del amarillo Estocolmo

donde un hombre de apellido Forsberg

sostiene para siempre en su mano su destino

dime de esas minas al sur de América

que entierran esperanzas y ambiciones

dame la voz del carbón padre del diamante

háblame de ese renunciamiento vano en los cristales

canta sobre la preciosa piedra que olvida su raíz materna

canta tranquila de las rutas del desierto

dime sobre esos seres que semejan estatuas

y sobre esas criaturas que parecen de viento

dame el último coro de los cisnes en Finlandia

dame el silencio de las jirafas en Zimbabwe

tú flor uniforme vestida de madre

flor amable donde encierras libertades

dame el grito de Extremadura en la voz de la guitarra

dame la castañuela en la voz de la mirada

dame el susurro nabateo del Al Deir

el susurro cansado del Nilo y el Mar Rojo

Turquía Chipre Líbano Siria Israel Jordania

y el látigo ciego de la libertad humana

cuéntame de los millones de indios

enterrados en las montañas

cuya entraña catacumba

ahoga el grito de los sueños

dame el mapa del laberinto en el cuello de la luna

dame los ojos de Dios

en las cataratas del guagua esfinge de Riobamba

baja del Pichincha la voz de hierro

que azotó legiones para ser libre

devuélveme el calor

y la alucinación de la hoja masticada

y la ceniza viva

quemando por dentro

como infierno propio

al cruzar Los Andes

en caminos de piedra y piel de nativo

dame las carnes en que el sol y la luna

tallan la historia cruel del tiempo

dame las dos cuerdas de mi padre quechua

que cantó en silencio la amenaza del Runtún

háblame de esa imagen que asustó a mi hermano

háblame en arameo de esa imagen de cruz y ficción

dame el grito ronco de los trenes que llevan oro

dejan muerte y traen vacío

qué hermosos sueños al calor de una sílaba de té

dame entonces la voz del tambor navajo

ahora que nacer ha sido un exilio de la muerte

ahora que duermen los enemigos del alma

dame un deseo de viaje

o una mano tuya de finos dedos

como manecillas de juventud

dame la voz del verde amor

y dime que nos vamos a volver

en una playa a la entrada del Perú

tomando vida y pisco

en los arrecifes de Máncora

en los cráneos del señor de Sipán

dame la rosa nueva de la amistad eterna

dame la voz de todos tus viajes

creo que ambos necesitamos un amor

que trabaje preferiblemente para National Geographic.

Larry Guillermo Mejía

(Mac Gyver)


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Un breve espacio para la insurrección



Mis movimientos son limitados en el poco espacio que dejan mis ataduras.

Derrotado.

Voy de nuevo tras líneas enemigas.



Hace un tiempo declaré la independencia de mis actos.

Renuncié a los opresores de un empleo y unas deudas.

En un modesto acto decreté mi libertad.


No tengo estampa de caudillo,

ni había terminado de redactar la constitución

cuando la guerra comenzó.



Sitiado y a falta de lo más elemental:

un poco de agua y un refugio;

me batí en retirada hasta tener que claudicar…



En la celda donde pago mi insurrección

solo me queda un espacio entre las letras.

Solo en mis escritos queda libertad.

Erwin Daniel Suárez Rodríguez
(Erwin)



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Expediente


Doña Javiera Londoño en 1757 estaba loca,

atada a una silla con su rosario en la mano,

mirando con ojos vacíos el valle de Arbí,

cuando la vio cruzar.

Dicen que sonrió por vez primera en muchos años.



Pedro Romero, “El Matancero”,

en 1812 se topó con ella

cuando vagaba por las miserables calles amuralladas de Cartagena de Indias.

En 1874 doña Soledad Román

caminaría por las mismas calles,

sintiendo como dardos la maledicencia de la gente.

Dicen que en las arcadas, el “Tuerto” López escribió en su honor un

/poema a Satán,

y un organillero en la plaza de Bazurto le compuso una canción

que hablaba de una jaula al revés.



El 20 de julio de 1810 José María Carbonell,

-dicen-,

después de soliviantar la chusma de las chicherías de Las Cruces,

la encontró en un corrillo de artesanos,

antes de emprender el camino hacia la horca

y el olvido en el “Huerto de Jaime”,

sin saber que sobre una estatua suya abandonada y sin nombre

se arrullarían las palomas.



Cuando la suerte estaba echada,

el 28 de octubre de 1816 Francisco José de Caldas,

al que llamaron “El Sabio”,

encerrado en el panóptico,

desde el ventanuco de su celda

la vio cruzar como una estrella fugaz.

“ Más vale tarde que nunca ” dizque dijo.

Años después una bola de fuego bajaría del valle

hasta su natal Popayán,

y un loco al que llamaban “ Chancaca ”,

bajo el Puente del Humilladero,

tocaría para ella un bambuco

con su flauta de carrizo.



El delirante de ojos como fuego cruzó al galope frente a ella

y pudo más la corona de laurel

que la amante que solo pedía que la amaran.



El abogado la confundió con el orden

el 17 de octubre de 1829

tres golpes de sable en la cabeza

fueron suficientes para dejar sin vida al joven Córdova,

el héroe de Ayacucho,

sin que nadie después se acordase

por qué fue que lo mataron.



La suerte le fue adversa dicen unos,

y los que invocaron su nombre en un escudo

no sabían quién era

-nunca lo supieron-

y acuñaron monedas con su rostro

que imaginaron

coronado por un gorro encarnado.



Otros en su ambición

levantaron alambradas en la manigua

anunciando con sus fusiles en alto

su nombre,

el de ella,

la vilipendiada del frente de mi casa

que ama y sueña la paz para ella y para todos

como el mayor de los bienes…

Hernando Enrique Sánchez G.
(Camilo Dias-Bar)

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