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jueves, 31 de julio de 2008


SOBRE LA INPERTINENCIA DE LOS CUALQUIERA

Este texto pudo tener algún valor cuando lo escribí y cuando acontecieron los hechos, ya poco importa, pero estoy seguro que guarda algo del sentimiento que me generó escribirlo. Lo comparto pues estoy seguro que en pocos días el patrioterismo seguirá rasgándose su luto por las calles a la par con su ignorancia.

“Y hubo tanto ruido que al final llegó el final”
Joaquín Sabína




Con 5 minutos de prolongado ruido nuestro presidente busca acostumbrarnos a las sirenas de los tanques de guerra que pronto podrían ser pan de cada día en las calles de la ciudad.
La gran declaración de guerra era proferida ahora por la voz de todos y cada uno de los colombianos haciendo 5 minutos de ruido, el pez muere por la boca dicen los que saben. Parece que no le basta con su imperio de terror al presidente, ahora ha traído 5 minutos de extenso ruido que avivan el folklore de una tierra miserable y de un pueblo estúpido.
Los vi con impotencia, mientras iba presuroso en el transporte, con ese inexplicable afán de llegar a ningún lado. Sosteniendo un cochino pañuelo blanco en sus manos sucias, colgando una infame bandera de sus casas en arriendo (donde no hay segunda muda pero no falta la tricolor) y con su voz pendenciera y su risa lastimosa que semeja una mueca de muerte. Y ese paisaje de la calle Décima: "¿Quién es Leonor Serrano? SamuEL alcalde, 1 de mayo día internacional del trabajo, t.q.m., pre-unal, comandos azules número 13, pre-icfes vacacional,
Santa Fe X 100pre, U.P.N. presente, se arrienda pieza."
¿Cuánta energía se desperdició en 5 minutos de autómata ruido?, ¿no hubiera sido más ético callar? Eso es imposible aquí, en Colombia todo se hace al revés.
Sirenas, bocinas, cornetas, cláxones, clarines, trapos blancos y conciencias negras eran el júbilo inmortal de este país sin futuro, ya Carlos Vives lo dijo, la tierra del olvido.
A propósito, ¿contra qué se supone que estábamos protestando?, ¿de qué se trataba esta vez el "clamor" del pueblo colombiano?
19 países unidos al nuestro tratando de limpiar la memoria de sus propios errores en marchas plagadas de doble moral e intenciones políticas soterradas. En Colombia dimos ejemplo: en la capital de Caldas el pueblo manizalita se volcó a las calles, en el Valle del Cauca, respondió la gente que está del puente para allá, en Medellín su gente pujante proporcionó su mano y " Para adelante presidente".
Ahí estaba Colombia, tapizada de infamia, protestando, delirante de folklore, sublevada, servil del norte, opositora, manoseada del mundo, clamorosa, prostituida de su propia entraña, airada. Ahí estaba Colombia, llena de hambre y vacía de memoria, con esa mueca de sonrisa que ni siquiera será esperanza cuando aparezca en los labios de un niño que está perdiendo sus primeros dientes.

Ahí estaba Colombia haciendo sonar sus voces y su orquesta de tristezas, doblando las campanas de una supuesta madre, haciendo vibrar sus gargantas rebosantes de odio, ausentes de pan. Ahí estaba Colombia con la cara pintada de blanco gritando los múltiples nombres de sus muertos, sus innumerables masacres, sus incontables desaparecidos, sus hijos silenciados, sus tierras expropiadas, su fortuita explotación. Ahí estaba Colombia gritando por sus secuestrados pero olvidando el secuestro mayor, ése que nos cierra todas las puertas y nos impide salir de una vez por todas de semejante carnicería en que permanecemos.
Los hijos de Colombia primero son arrancados de los campos y son llevados al lugar donde habitan el hambre y el destierro, luego se enfilan en cualquier grupo que sin importar el nombre les provea otra suerte, pero siempre habrán de regresar muertos a un ranchito en algún rincón de cuyo nombre no quiero acordarme, y su madre recibirá el trapo tricolor, sí es que ese grupo es el ejercito, por que los otros muertos no cuentan, eso son harina de otro costal. Los hijos de Colombia no son los hijos de las montañas, Colombia los desconoce y los condena, cuando finalmente son los mismos hijos pobres, desarraigados, nacidos en dolor, que desde alguna trinchera estarán defendiendo un dinero que jamás verán y un poder que desconocen.
Ahí estaba Uribe diciendo a qué hora hacer ruido y a qué hora callar, secuestrando los sueños de un país que se acostumbró a vivir dopado de su propia realidad, y yo desde mi transporte, no tenía preguntas porque sé que no hay respuestas. Sólo una cosa más (por el bien de mi inconsciente), ¿quiénes son los secuestrados?, ¿solo esos que la guerrilla tiene en la montaña?, ¿o los 40 millones que tiene el presidente rondando como fieras famélicas por todo el país, buscando como salir de él?

¿Por cuál libertad demanda el pueblo? No lo sé. Mas, ahí seguirá Colombia agitando con delirio sus miserias a mediodía, con todo el ruido del que somos capaces en estas exóticas latitudes del trópico y en la tarde haciendo un ruido similar, para entonces ya no serán 11 diputados muertos, sino 11 jugadores de futbol haciéndonos gritar porque quizá esta vez sí se puede.
Ahí estará de nuevo Colombia, ya no llorando su inmediato presente, si no esta vez esperando ansiosa una redención, que como no llegó con un partido político, llegará con uno de fútbol.

Larry Mejía.
En memoria de los 40 millones de muertos que seguimos vivos y secuestrados en Colombia, y de los otros 4 millones que lloran a la distancia y nos ayudan a clamar por radio o televisión.

1 comentario:

Anónimo dijo...

La marcha externa, circular, rimbombante y redundante. Pasos en vano desde un punto de partida llamado nacimiento con el proposito de lograr la utopia que se ve sacudida por la inevitable vuelta al mismo sitio, la muerte cuando la naturaleza queda reducida a migajas de eternidad.

Mas importantes que las marchas externas, agitar panuelos blancos, tronar cornetas e instalar pasacalles; esta la marcha interna el gran salto adelante. Pero en un pueblo como el nuestro mas facil que llueva de pa'rriba a que se logre esa introspeccion