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viernes, 23 de julio de 2010

El poeta del país Más o Menos

MAÑANA LLEGA LA LANCHA DE ENLACE

La felicidad es el sufrimiento que se cansaEvtuchenko

Estoy muy contento. Mañana llega Evtuchenko. Gracias a Liliana que es la “mano derecha” del poeta Federico, y la izquierda mía que soy zurdo, sé que su vuelo aterriza a las 8:30 am. Debo madrugar. Las manos me tiemblan, hará dos años apenas, paseando el hambre por Caracas compré un libro suyo: Entre la ciudad sí y la ciudad no. Me encontraba yo en tanto, en una ciudad que creía sí, escapando de Colombia a la que considero No. Hoy pienso que el sino, y la ciudades, son más bien uno, uno mismo.
Si la vida fuera como uno quiere, Evtuchenko habría muerto hace 7 años, a los 70 como el dijo que deseaba, pero como la vida es puntual y perfecta, le sobrevivió a su deseo, y mañana podré por fin darle la mano. Hoy pienso (parafraseándolo) que se suman a mi sus 77 años.
Ese libro que compré en Caracas, sirvió entonces para tantas cosas, que hoy apenas si se sostiene, está viejito, parece tener más de 70 años. Hará dos que comía de él y con él mataba zancudos quienes me quitaban literalmente el sueño, en las ardientes noches de Venezuela. Leía Ánimo muchachos, y quería leer por televisión a todo mi país ese poema que me hacía vivir, pero no estaba ahí, aquí. Estaba lejos, estaba solo. Con el corazón en Colombia y el cuerpo en Venezuela, es decir Entre la ciudad sí y la ciudad no.
¿Qué le podré decir al poeta? Es un tanto tonto darle la bienvenida a alguien a un país que se está cayendo, por otro lado es muy esperanzadora su presencia, por lo menos para mi.
Todos estos días, desde que supe de su llegada, llamé a mis amigos a los muchachos, para que sea él mismo quien les diga ánimo. Sí que lo necesitamos, sí que obedeceré a su palabra. Pienso en tanto las manos me sudan y los cigarrillos se acaban.
Es increíble, recuerdo ahora que cuando compré su libro, lo daba por muerto, me parecía y me parece inesperado que pueda estar vivo un hombre, como lo diría Machado: en el buen sentido de la palabra bueno. Luego supe que el poeta estaba vivo, que alguna vez había venido a Colombia, algotros escritores me contaron sus anécdotas, y su amistad con Gonzalo Arango, y sentí envidia del poeta de Andes, y sentí gran felicidad por el poeta de Andes.
Ojalá y los Muchachos lo escuchen, ojalá y los Muchachos asistan.
Estos tiempos son oscuros, salvo por extrañas excepciones, vale la pena seguir vivo, toda edad en Colombia se torna deshonrosa, toda carga pesada, toda idea peligrosa y todo poema un arma de doble filo.
Pero mañana llegará Evtuchenko y eso es todo. Espero pueda enseñarle ese libro que me acompaña, y unas fotos que de él me regaló el poeta Enrique Hernández de Jesús, hace unos meses en Caracas, fotos donde aparece con Allen Ginsberg, fotos que conservo, como un tesoro que algún día heredaré a un ser querido, a un ser como él mismo a quien quiero con esa fe que se tiene en lo desconocido y que es a fin de cuentas la que nos mantiene vivos.
Cuando lo leí, decidí que José Asunción Silva estaba muy cansado, Baudelaire viejo, ni qué decir de Homero, lo mismo le ocurría a Huidobro y a Wilde, a casi todos los otros, salvo por Juan Calzadilla, los demás para mi estaban viejos, gastados; lo mío era escribir como Evtuchenko, decir la verdad de forma verdadera.
Mi meta era escribir como Evtuchenko, días después entendí que no se puede decir dos veces la misma cosa, ahora mismo no estoy tan seguro de eso, ahora, mi computadora subraya con una línea roja el apellido del poeta, mi computadora inteligente, resalta lo que hay que resaltar.
Es increíble la forma como una línea, salva la vida, como las penas o las alegrías ajenas, se convierten en propias, cómo uno acopla las palabras de los otros para no sentirse solo, es lo que me ocurre esta tarde, la necesidad de sacarme con estas palabras el corazón y hacerlo dos o tres hojas que terminarán en el olvido. Pero que digan lo que siento, lo que pienso, lo que empero le salvo al recuerdo.
Ahora mismo debo salir por las ampliaciones de las fotos que me regaló Enrique, las que pagué gracias a dos libros que vendí, uno de Ernesto Cardenal y José Coronel Urtrecho y otro de Roberto Bolaños. Quiero ver el rostro de Evtuchenko esta noche en formato carta, mañana lo veré de frente.
El libro de Cardenal y Urtrecho es una antología de poesía norteamericana, es gracioso poder ampliar las fotos de Evguevi gracias a los poetas gringos traducidos por los poetas latinoamericanos.
Las pilas de la cámara de Liliana se están cargando para mañana, las mías se están cargando desde hace días, ¡estoy contento, mañana llega Evtuchenko! Esta es tal vez la última vez que lo vea y es a la vez la primera, cómo me pesa el tiempo, cómo regresa el tiempo, son las 9:44 p.m. ya casi Evtuchenko. 11 horas aproximadamente lo separan de Bogotá.
Lo espero, con la impaciencia de quien espera la muerte, que es a la vez la misma paciencia con que se vive, lo espera a la vez este librito mío cansado de viajar, mi librito ya amarillento con sus esquinas dobladas, refilado una y otra vez por mis manos. Mi librito fatigado, por cuyas páginas flirtean los Beatnicks con Edith Piaf, mi librito donde aprendí que al menos una mujer está absolutamente desprovista de fingimiento, mi librito de poesía Cenicienta. El librito de Evtuchenko que es a la vez mío, el libro que tan puntualmente cuenta Lo que me pasa, este libro que tiene dentro de sí el otoño y todos los meses del año.
¡Qué feliz estoy! Al decir del maestro más bien; ¡qué cansado está el sufrimiento! ¡Qué feliz me encuentro; mañana llega Evtuchenko!

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